Pues, entre otras cuantas alegrías terminando el año pasado y casi comenzando este año, se encuentra una mala noticia que ha hecho que el primer mes del año se haya vuelto un poco amargo.
Seré breve ya que hablar demasiado de ello es algo doloroso. En fin, mi abuelo tenía en general 73 años, y tu le veías bastante joven, lleno de vitalidad y bastante alegre y feliz, es decir, tu le ves en una foto y no te paras a pensar en ningún momento que está demasiado mayor y que podría pasarle algo malo.
Lo que no sabes a primera vista es que estaba muy mal del corazón. De pequeño tuvo un tifus, y la medicina que le daban le sentó mal al corazón. Tal fue así que le tuvieron que poner un baipass (o como se escriba). En fin, además de que cuando se constipa parece que se pone peor de lo que sería normalmente un simple resfriado, afectándole severamente los bronquios.
El año pasado ya los médicos habían dicho que tenía el corazón al 20%, y a finales del mismo fue varias veces al hospital. De hecho, la última vez que salió del mismo le dijeron que sería mejor que no cogiese ningún resfriado más, porque a lo mejor no iba a poder salir de ésta.
Pues, justamente la semana pasada, volvieron a ingresarle en el hospital. Hasta mi abuelo mismo le dijo a una de mis tías que él sabía que de esa no iba a salir. El miércoles 8 estaba bastante peor y justo el jueves 9 me dicen por la mañana que está en coma... En ese momento se me echó el mundo encima y me eché a llorar, aunque tenía esperanza de que aún aguantara un poco más. Cuando mi marido ya venía del trabajo, ya recibí la mala noticia. Había fallecido.
Iba a ir esa tarde al hospital para verle por última vez y resulta que ya había fallecido. Me hubiese gustado haberle visto al menos despierto, para despedirme de él una última vez y decirle que como nieta, le quería.
La verdad es que no he sido una persona afectuosa, aunque si que es cierto que a lo largo de estos años, en especial del anterior, si me he dado cuenta de que quería a mis abuelos (a pesar de que muchas veces me quejaba de ellos, en especial de mi abuela). Sin embargo, de mi abuelo tengo buenos recuerdos de cuando era pequeña, y eso es lo importante. Pero pensar que cuando fuese no estaría allí, viendo la televisión, hablando con nosotros en la mesa, preparando sus famosas paellas, o arreglando sus relojes... me estremecía el corazón. Simplemente no me lo podía creer.
Y no me apetece explicar mucho más, porque escribir esto, aunque me desahoga, también es un poco doloroso. También lloré muchísimo en el entierro. Bendita ignorancia de los niños. Cuando se murió mi visabuela al no comprender estas cosas no me afectó demasiado aunque si la echaba de menos, pero ahora me percato de todo, y duele más de lo que me podría haber imaginado. A veces la ignorancia trae la felicidad. En fin, que nunca lo he demostrado y me daba vergüenza decirlo, pero quería a mi abuelo.
Al menos murió feliz, con una hija y una nieta que se habían casado, haciendo las paces con mi padre y sabiendo que la hija que se le casó en octubre iba a tener un hijo dentro de unos meses (aunque menudo hachazo no haber podido ver a su nuevo nieto).
Lo dicho, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
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